Nacho: ¿Ésto es un salvaje?
Ramiro: ¿Un salvaje es alguien cruel, peligroso; o alguien que vive en libertad en la naturaleza?
Mar: ¿Ésto que siento es miedo, es curiosidad, es lástima?
Tacho: ¿Quién está adentro y quién está afuera?
Esperanza: ¿Qué significa ser salvaje?
Jazmín: Vivimos con temor a la palabra ‘salvaje’; pero ¿Qué significa esa palabra?
Ramiro: ¿Son malvados sin alma, o son almas desamparadas?
Cazador: ¿Los salvajes atacan, o se defienden?
Nacho: ¿Dan miedo, o tienen miedo?
Mar: ¿Atacan nuestra libertad, o viven en libertad?
Esperanza: Salvaje puede ser un asesino, un lobo o un peinado. Hablamos mucho, pero no siempre entendemos el valor de las palabras.
Ramiro: Una palabra puede ser más potente que una lluvia de misiles; porque una palabra dicha o no dicha, gritada o susurrada, puede desatar una revolución.
Mar: Uno no se da cuenta de todo lo que tiene para decir hasta que empieza a decirlo. Las palabras están ahí; atrapadas en tu cabeza; quieren salir; quieren ser dichas; quieren ser gritadas.
Nacho: Cuando alguien me discute a full le termino dando la razón. Cuando siento miedo me burlo de los cobardes. Cuando estoy furioso con alguien le digo “Nah, está todo bien man”. Para eso sirven las palabras, para ocultar lo que sentís.
Jazmín: Uno cree que las palabras dan respuestas, pero dan algo más poderoso: preguntas.
Esperanza: Decir algo es muy potente; pero más potente aún es no decirlo, porque el silencio también tiene palabras, pero son palabras guardadas, elegidas, que esperan pacientes el momento de ser reveladas.
León: A veces solo hace falta abrir la boca para que se desate un huracán.
Esperanza: Pero las palabras, cuando llegan, te despiertan.
Ramiro: Las palabras pueden distraer, engañar.
Jazmín: Las palabras son pensamientos que se convierten en acción.
Mar: Actuar es mi palabra favorita; porque no se dice, se hace.
Jazmín: Las palabras están ahí, vírgenes, listas para ser usadas.
Ramiro: Las palabras provocan, inquietan, movilizan. ¿De quién son las palabras que decimos? ¿A quién pertenecen? ¿A uno, a varios o a todos?
Nacho: ¿De qué sirven las palabras si uno las dice y nadie del otro lado las recibe?
Jazmín: ¿Qué valor tiene una palabra si nadie la escucha?
Ramiro: Sin palabras, no hay silencios.
Esperanza: Y sin silencios, no hay palabras.
Mar: Muchas veces no sabemos por que callamos, y muchas más no sabemos por qué hablamos.
León: Estamos en silencio, guardándonos las palabras, hasta que algo o alguien nos hace hablar.
Nacho: Man, hay tantas palabras.
Ramiro: Y sin embargo, muchas veces, nos quedamos mudos, sin saber que palabra usar.
Mar: Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero cuando una palabra tiene valor puede contener mil imágenes.
Esperanza: Pero no hay tal crisis, la palabra vale. ¿Acaso hay una expresión que sea más hermosa, llena de sentido y amor que: “Te doy mi palabra”? Te doy mi palabra es un acto de entrega, de amor, de confianza; es más que una expresión de deseo, es un compromiso de vida, es un acto de fe. Porque cuando todo perdió valor, la palabra puede rescatarnos.
Soy Esperanza Bauer, fiel a mi nombre. Soy la Esperanza de siempre, que resiste a la desolación. Ese es el valor de mi palabra; de mi nombre. Hay que creer y confiar en el valor de las palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario